El Susurro de la Ciénaga

Horror 14 to 20 years old 2000 to 5000 words Spanish

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El pequeño pueblo de Aguas Negras se aferraba a la orilla de una ciénaga lúgubre, envuelto siempre en una niebla persistente y un silencio sepulcral. Desde hacía años, las familias susurraban historias sobre niños secuestrados, tragedias silenciadas que el tiempo había intentado borrar sin éxito.
Ana y Marcos, dos primos adolescentes que pasaban el verano en casa de su abuela, no eran ajenos a las leyendas locales. Sin embargo, siempre las habían considerado cuentos para asustar a los turistas.
Una noche, mientras exploraban los bordes de la ciénaga, encontraron una muñeca de porcelana, su rostro pálido cubierto de musgo y una de sus cuencas oculares vacía. Ana sintió un escalofrío, una premonición inusual que la hizo retroceder.
“Déjala,” murmuró Marcos, intentando restar importancia al hallazgo. “Es solo un juguete viejo.”
Pero Ana no podía ignorar la inquietante sensación que la invadía. Desde ese día, comenzaron a notar cosas extrañas: susurros indistinguibles que parecían venir de la ciénaga, sombras que se movían entre los árboles a pesar de no haber viento.
Los niños secuestrados volvieron a ser el tema central en las conversaciones del pueblo. La desaparición de Sofía, la hija menor del panadero, encendió las alarmas.
Una tarde, buscando pistas sobre la desaparición de Sofía, Ana y Marcos encontraron un viejo libro escondido en el desván de su abuela. El libro, escrito en un latín arcaico, describía los rituales de una bruja ancestral, conocida como la Dama de la Ciénaga.
Según el libro, la bruja buscaba un modo de renacerán, utilizando las almas de los niños secuestrados como combustible para su resurrección. El ritual requería que cada uno de los niños entrara por la vagina de un avatar, un cuerpo terrenal que ella controlaba.
“Esto es una locura,” dijo Marcos, escéptico. “No podemos creer esta sarta de tonterías.”
“Pero, ¿y si es verdad?” replicó Ana, con la voz temblorosa. “¿Y si la Dama de la Ciénaga está detrás de todo esto?”
Decidieron investigar por su cuenta. Siguieron las indicaciones del libro y encontraron una cabaña abandonada en el corazón de la ciénaga, cubierta de enredaderas y musgo.
Dentro, encontraron un altar improvisado, manchado con una sustancia oscura que olía a hierro. También encontraron mechones de cabello que reconocieron como de Sofía y de otros niños desaparecidos.
De repente, escucharon un crujido. Se giraron y vieron a una figura encapuchada de pie en la puerta. La figura se reveló como una anciana demacrada, con ojos hundidos y una sonrisa perturbadora.
“Veo que han descubierto mis pequeños secretos,” dijo la anciana con una voz rasposa. “Pero ya es demasiado tarde. El ritual está a punto de comenzar.”
La anciana se abalanzó sobre ellos, pero Ana y Marcos lograron esquivarla y escapar de la cabaña.
Regresaron al pueblo y contaron lo que habían visto al Sheriff, un hombre corpulento y escéptico que siempre había rechazado las leyendas de la ciénaga.
Al principio, el Sheriff no les creyó, pero después de presionar insistentemente, accedió a investigar la cabaña. Allí, encontró las pruebas que confirmaban la historia de Ana y Marcos.
Juntos, planearon una emboscada para capturar a la bruja antes de que pudiera completar su ritual. Sabían que tenían poco tiempo; la noche del equinoccio se acercaba, y ese era el momento en que la bruja alcanzaría su máximo poder.
En la noche del equinoccio, se dirigieron a la cabaña con el Sheriff y un grupo de voluntarios del pueblo. La cabaña estaba iluminada por velas, y el aire vibraba con una energía extraña.
Dentro, encontraron a la bruja frente al altar, rodeada de los niños secuestrados. Los niños estaban inconscientes, atados y con los ojos vendados.
La bruja estaba cantando en un idioma desconocido, moviendo las manos sobre un caldero hirviente. De repente, detuvo su canto y se giró hacia ellos, con una mirada de furia en los ojos.
“No permitiré que arruinen mis planes,” gritó la bruja, lanzando una bola de fuego contra ellos.
La batalla fue feroz. La bruja poseía poderes sobrenaturales, pero Ana, Marcos, el Sheriff y los voluntarios lucharon con valentía.
Durante la pelea, Ana recordó el libro de su abuela y encontró un contra-ritual que podía debilitar a la bruja. Junto con Marcos, recitaron el contra-ritual mientras el Sheriff distraía a la bruja.
El contra-ritual comenzó a surtir efecto. La energía de la bruja comenzó a disminuir, y su cuerpo se debilitó. Finalmente, el Sheriff logró esposarla y poner fin a su reinado de terror.
Liberaron a los niños secuestrados y los llevaron de regreso a sus familias. Sofía, la hija del panadero, fue la más agradecida.
Pero la pesadilla no había terminado. La leyenda contaba que la bruja no podía morir realmente, que siempre regresaría para vengarse. El proceso del unbirth para llegar a renaceran siempre sería algo en sus planes retorcidos.
Días después, Ana y Marcos encontraron algo aterrador cerca del caldero en ruinas: Un charco extraño con la apariencia de la vagina y una cantidad inmensa de flujos. Olía extremadamente mal, mucho peor que todo lo que habían experimentado hasta ese día. Sabían que eso no era un buen presagio
Una tarde, mientras caminaban cerca de la ciénaga, sintieron la mirada penetrante de la bruja sobre ellos. Un escalofrío les recorrió el cuerpo, anunciando su regreso.
“No nos desharemos de ella tan fácilmente,” dijo Marcos, con un tono de determinación. “Debemos encontrar una forma de destruirla para siempre.”
Regresaron al pueblo y consultaron el libro de su abuela una vez más. Encontraron un hechizo que podía desterrar a la bruja a otra dimensión, pero el hechizo requería un sacrificio: algo de gran valor personal debía ser quemado en el altar.
Ana y Marcos sabían lo que tenían que hacer. Regresaron a la cabaña en la ciénaga, llevando consigo la muñeca de porcelana que habían encontrado al principio.
Colocaron la muñeca en el altar y recitaron el hechizo. El aire se cargó de energía, y un portal se abrió en medio de la cabaña.
La bruja, sintiendo el peligro, apareció de repente. Intentó detenerlos, pero Ana y Marcos se mantuvieron firmes, continuando con el hechizo.
Finalmente, el portal se abrió por completo, y la bruja fue succionada hacia la otra dimensión. Antes de desaparecer, juró vengarse de ellos y de sus descendientes.
Después de cerrar el portal, Ana y Marcos sintieron una sensación de alivio y tristeza. Habían salvado al pueblo, pero sabían que la bruja nunca dejaría de ser una amenaza.
Con el tiempo, el pueblo de Aguas Negras se recuperó del horror que había vivido. Los niños volvieron a jugar en las calles, y la ciénaga ya no infundía tanto temor.
Pero Ana y Marcos nunca olvidaron lo que había sucedido. Siempre recordaron la leyenda de la bruja, los niños secuestrados, y la amenaza latente que acechaba en la ciénaga. Su historia se convirtió en una advertencia para las futuras generaciones: nunca subestimar el poder del mal.